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lunes, 16 de julio de 2012

Hablemos de balones y de 'botas de baloncesto'. Podríamos definir aquel período como el balonopitecus o el botabaloncestoico. Pues sí, estábamos en una etapa de desarrollo de la modernidad en los materiales que rodeaban al baloncesto y nos tocó vivir la llegada de las marcas que dominarían después varias décadas de este juego.

Era común el balón de goma, porque el cuero lo conocimos muy al final. Dentro de los balones de goma, entrenábamos con unos y se solía reservar el mejor balón para jugar los partidos de competición. Para determinar el balón, no hacía falta mucho; estaba implícito cuál era el bueno, el que nos gustaba. Para los entrenamientos usábamos el Pennsylvania, que era de color amarillo; su calidad era mediana. Desde luego, el color se iba transformando en más oscuro a base de enmugrecerse veladamente, perdiendo estética a favor de no resbalarse de las manos. Dejábamos un balón de lado en cuanto se deformaba un poco, ya que al botar no queríamos ser jugadores de lotería. La estrella entre los balones era -para nosotros- el legendario balón Super K. Su goma era especial y su bote   de película. Lo guardábamos con la devoción que se guardan las cosas valiosas. Si fuese posible la balón-ficción, no nos habría importado que aquel balón llevase una unidad de memoria, y pudiéramos recordar tantos y tantos encestes. Veamos un ejemplo de esa memoria virtual: En una final interprovincial, en nuestro Colegio, los protagonistas son el base del equipo campeón de Murcia (se elude dar el nombre del jugador, pero lo tenemos si se llegase a un juicio) y nuestro base Vicente Navarro. La escena baloncestística sucede en el campo de transición de la defensa al ataque, antes de pasar la línea de 'campo atrás', y en un 1x1. El base murciano finta y se pasa, con bote, el balón por la espalda con la idea de sobrepasar a su defensor y, de paso, traspasar la línea de medio campo. Aquí, permitirá el lector que le susurre al oído que cabe la posibiliad de que hubiera alguna reacción simbiótica en aquel balón... Vicente Navarro le cierra el espacio, roba el balón y... ¡le repite la misma finta!, ... y, jaleado por el público, se va solo a canasta y encesta con el querido Super K.
  Pepe García-Bravo posando con el balón Super K, nuestro preferido. Con este modelo
se jugó en EEUU en 1964 y algunas temporadas siguientes. La firma de un gran jugador como Bob Cousy le daba poderío. A este jugador se le atribuye
el 'invento' del pase por la espalda

Respecto a las zapatillas deportivas, el debate era si botas o zapatillas. Había jugadores que no les iba eso de llevar el tobillo cautivo, preferían más libertad de movimientos. Nuestros principios en el baloncesto coincidieron con la aparición de algunas marcas que hoy nos resultan familiares, como Adidas. Téte Suances se compró las primeras Adidas en la categoría infantil (1972), y eran de un diseño inespecífico o también catalogadas como 'de calentamiento'. En minibasket resolvimos la cuestión con zapatillas nacionales. Así que pasamos en pocos años de un mercado pobre en marcas a un mercado de cierta calidad y con buenas ofertas. De 1968 a 1969 jugábamos con marcas desconocidas (100% españolas). Todavía quedaba para pensar en zapatillas de verdad... Digamos que eran zapatillas todo-terreno, y las mismas que usábamos en las clases de 'gimnasia'. 


1968. Los compañeros 'de clase' en un partido de minibasket
de los sábados por la mañana en el Colegio. Las zapatillas eran de lona
y servían para todo. Arriba, de izquierda a derecha: Téte Suances,
Vicente Navarro, Fernando García de la Serrana,
Pagán, Isidro Solano, Egea, y Nacho Martí

A continuación, seguimos jugando con las recordadas zapatillas y botas Keds. Es curioso (nosotros no lo sabíamos) que esta marca fue precursora en EEUU, junto con las legendarias Converse, de las zapatillas de lona y suela de goma. Las Keds llegaron rápidamente a España al principio de 1970, y más tarde, fueron copiadas por las primeras botas John Smith (más españolas que la Roja), de las que también disfrutamos. Tanta fue la aceptación de estas marcas anteriores, que Adidas sacó un modelo de bota de lona, con rayas azules, de las que casi todos tuvimos un par; incluso en la actualidad, se ha repetido el modelo (véase las botas Adidas Nizza). Sin embargo, en esta época, la reducida distribución comercial de las Converse All Star (y su precio) hacía imposible tenerlas, lo que ya conseguimos en 1974. También, son recordadas de la primera época (entre 1971 y 1973) las botas Olimpic, que eran de la serie de modelos de lona y suela de goma, y dejaron de gustarnos porque se despegaba por acción del sudor el revestimiento lateral que circundaba la bota por la parte anterior del pie. Con relación a todos los modelos de lona, lo más curioso fue que lo más copiado era la suela.

Pero inmediatamente, en 1973, ya jugábamos con modelos de zapatillas y botas que eran magníficas, como las Superstar, de Adidas, con su puntera de goma. Algunos de estos modelos todavía se fabrican bajo otros nombres (véase Superstar 2).

 A la izquierda José Luis Martínez entra a canasta con unas botas Adidas Supergrip
(con las bandas en rojo y azul, y el exterior con rejilla). En la imagen central,
Vicente Navarro y Téte Suances con zapatillas Adidas, y Andrés Ayala
(al salto inicial) y Andrés Dolón con botas Olimpic. Por aquellos años, el
modelo Superstar , que tenía una puntera de goma (Adidas, creado en 1969
utilizado por la NBA), fue también usado por algunos de nuestros jugadores.
En la imagen de la derecha, Andrés Dolón en el salto inicial con unas zapatillas
Adidas, con su portentoso salto desde parado

La obligada moda de las botas y zapatillas de lona se comenzó a superar, y nos pasamos al cuero y a una calidad claramente mayor. Las Converse All Star de lona seguían siendo un mito y, como tal, aguantó el tirón del nuevo diseño un poco más.


Partido en nuestra cancha en el comienzo de la temporada 1973-74. Las zapatillas y botas se repartían entre las marcas Adidas y algunas Converse. De izquierda a derecha: Pencho Madrid, José Luis Martínez, Gaspar Martínez Olmos (tapado), Vicente Álvarez Cascos, Joaquín Juan (Quini), Juan Antonio Cerrada (tapado), Andrés Dolón, Mariano Molina, Francisco Javier Suances (Téte), Pepe García-Bravo, y Vicente Navarro; Muiños
(primer árbitro), y segundo árbitro

Tampoco tenían desperdicio los calcetines, y merecen un comentario (véase la imagen anterior). Lo fardón en la década de 1970 eran los calcetines altos (para mucha gente de Cartagena: calcetas), y luego venía la cuestión de los colores de las rayas. Hicimos el intento de jugar todos con rayas azules, pero no nos podíamos resistir a los colores más variados. Ni que decir tiene que no mencionaremos nada sobre los pantalones, porque lo nuestro era marcar pierna, y no como ahora, que se trata de ocultarla. Todas estas cosas, por pequeñas que sean, advierten al lector de las distancias entre el baloncesto de antes y de ahora... pero, cuidado, que encontraría mayor distancia en el equipaje que en el juego.


Nota.- La próxima 'entrada' va de jugadores y de tácticas...


martes, 10 de julio de 2012

Hablar de canchas de baloncesto de los años 70 (década de 1970) era hablar del patio del Colegio viejo de la Plaza de San Agustín. Entonces, las canchas eran auto homologables, porque eran irrepetibles. Las canchas no se parecían unas a otras, siempre había algo que las hacía especiales; tratar de igualar las campos de juego  no sucedía ni en la antigua Primera división (antes de la ACB). Por eso ir a jugar como equipo visitante se parecía a una aventura: ¿cómo 'escupirá' el aro? ¿será muy duro el tablero? ¿de qué será el pavimento? ¿las redes serán anchas, cortas o largas? Nuestro suelo era de losas de terrazo, duro como él solo; sin embargo, para el bote del balón funcionaba muy bien. Nuestras canastas eran diferentes; una sostenida por un tubo con curvatura hacia el interior de la cancha, y la otra era una estructura embutida en la pared. Las líneas de fondo de ambos lados estaban muy próximas a importantes obstáculos; una muy cerca de la pared, y la otra casi a ras de una grada. Por pura supervivencia aprendimos a saltar en vertical en las entradas a canasta, nada de dejarse ir corriendo... Reconocemos que esto era una verdadera desventaja para los equipos rivales. Por si acaso querían quejarse (nadie lo hizo nunca...), les hacíamos una rueda de palmeo a tablero, antes de comenzar el partido, que les disipaba las dudas y les dejaba boquiabiertos. Ayudaremos al lector con un plano de aquel patio, que nunca mejor dicho deja las cosas en su sitio...

Patio del Colegio Maristas La Sagrada Familia (Cartagena). Fuente: la memoria.
La cancha central fue nuestro santo-santorum, en ella jamás
perdimos un partido

El lector sabrá perdonar algunas visiones intimistas de este recinto, pero comprenderá que se convirtió en un almacén de recuerdos. El Hermano Vicente Campos, cuando se avecinaba un partido de alto interés, colgaba una gran pizarra de las verjas que protegían las vidrieras de la capilla (ver en el plano: tragaluces de la capilla); en ella, se anunciaba, con elegantes trazos de tizas de colores, el partido entre los equipos y, tras el encuentro, publicitaba el resultado. Como todo el colegio formaba las filas en el patio, antes de dirigirse a las clases, algunas palizas (más de 100 puntos) eran muy comentadas. Era como leer una cabecera del Marca antes de entrar a clase. Las miradas desde las filas a los jugadores te hacían crecerte un poco, claro.

En la canasta más próxima al frontón, que tenía la estructura muy pegada a la pared, aprendimos a 'meterla para abajo' a dos manos, saltando de frente y apoyando un pie en el muro... ¡Espectacular!

Desde pequeños aquel espacio nos acompañó, de los recreos al aula, del aula a los entrenamientos, del aula a la clase de educación física, las fiestas del colegio... Nuestras zapatillas La Tórtola, nuestro pantalón 'de gimnasia' blanco con unas rayitas rojas,... Allí aprendíamos a patinar desde parvulitos anudando los babis con el de delante mientras el Hermano Ildefonso nos deslizaba con la fuerza de un tractor. En ese patio nos comimos cientos y cientos de bocadillos (en toda la historia colegial, claro) comprados en la cantina de nuestro entrañable Sebas. Según llegabas, te situabas a un lado de la barra de la cantina y empujabas de manera que hacías saltar a uno de los de la primera fila para entrar tú en los sitios de privilegio. Era una estrategia para conseguir el bocadillo antes, porque ponerte a jugar era importante y no era cosa de hacer cola ni nada de eso. Esto lo hacía todo el mundo, porque en un patio de aquellos había que saber sobrevivir... A continuación, una foto que daría pie a un relato corto del mismísimo Valdano. Las caras de los actores siguen un punto focal: la soledad del portero al encuentro del balón...

Un partido entre clases en las fiestas del Colegio en el año 1964. En la escena dos jugadores del equipo. Chuta el penalti Juan Antonio Cerrada. De izquierda a derecha: Vicente Navarro (con camiseta de equipaje a rayas); el segundo, a continuación, Norberto Navarro (hermano del anterior); el segundo, después de él, Molino; el segundo, después de él, Ñíguez; a continuación, Catrofes; el anterior al siguiente jugador con equipaje, Perico; el último jugador con equipaje, Celdrán; y finaliza la escena, con el silbato, el profesor Vicente Navarro. En la foto se pueden apreciar detalles del patio: la bandera, la pizarra anunciando los eventos deportivos, el suelo de terrazo, una estructura de una canasta...

Decir canchas era hablar de canchas descubiertas. Eso de una cancha cubierta lo conocimos como excepción a la regla. La primera cancha cubierta que hubo en Cartagena fue la de la antigua base americana (ahora Cub Naval, en la subida a Tentegorra), después la del Colegio Hispania. La primera vez que jugamos en una cancha de suelo de parquet fue como soltar cabras en el monte, como si los pies corrieran solos. Y qué decir de las canastas de tablero de cristal... después de haber aprendido todos los rebotes a los que daban lugar los tableros de madera, era coser y cantar. Porque a los lujos se acostumbra uno enseguida.

Es curioso que nuestro equipo desapareciera con el colegio viejo. Desde luego, el llamado colegio viejo trató de hacerse moderno, pero tenía a sus espaldas mucha historia y no lo tuvo fácil. El paso del tiempo puede con todo, y nosotros quisimos quedarnos en aquel ambiente, con el sabor de lo auténico. No era cuestión de romper una bonita metáfora.

Primer colegio de los Hermanos Maristas en Cartagena
en la vieja Plaza San Agustín (1906). Más tarde fue
remodelado, sobre el comienzo de la década de 1950,
y perduró hasta 1974.
Fuente: Archivo Histórico de la Región de Murcia
(Archivo Casaú) 

martes, 3 de julio de 2012

La temporada 1974-1975 fue la diáspora del grupo. Por motivo de estudios nos dispersamos por diversos lugares, normalmente por motivos académicos, y el equipo tocó a su fin. Sin embargo, todos seguimos jugando, con mayor o menor presencia baloncestística. En algún caso, con ese exceso de responsabilidad de los buenos estudiantes, algunos dejaron de jugar y se centraron en cuerpo y alma en estudiar. Por ciudades, nos repartimos como era costumbre en una ciudad sin universidad (sí había escuelas técnicas de ingeniería): en Madrid (Pepe García-Bravo, Enrique Díez, José Luis Martínez, Vicente Navarro, Téte Suances); en Murcia (Mariano Molina, Joaquín Juan -Quini-); en San Javier -Murcia- (Andrés Dolón); en Marín -Pontevedra- (Álvaro Sánchez Monge); continuaron estudios en Cartagena: Gaspar Martínez Olmos, Pencho Madrid, ... etc.

En Madrid, se juntaban alguna que otra vez Pepe García-Bravo, Enrique Díez y Vicente Navarro; también, mantuvieron el contacto José Luis Martínez y Vicente Navarro. Quini (Joaquín Juan Agüera) se convirtió en un referente informador de dónde se encontraba cada uno, y hay que agradecerle que haya guardado la llama. Como es lógico, en las vacaciones más próximas al final de la década de 1970, hubo algún intento de vernos y jugar un partidito, pero la realidad es irreductible y las vidas de cada uno se iban haciendo complicadas. Así que, salvo algunos lazos más estrechos de amistad que perduraron sin fisuras, en otros casos nos perdimos la pista, a excepción hecha del típico encuentro anecdótico por esas calles cartageneras ambientadas de Navidad, Semana Santa; en el verano menos... porque, como dice la gente, Cartagena en verano es un horno.

Un partidito en unas vacaciones de Navidad en el recién estrenado Colegio nuevo de Maristas (Ensanche de Cartagena), entre los jugadores algunos del equipo. Nuestra vieja cancha había desaparecido con el Colegio viejo (Plaza de San Agustín). En el centro (camiseta oscura), botando de espaldas,Vicente Navarro. El lector sabrá encontrar el balón

 El Dr. Cagigal (centro), creador y director del INEF de Madrid, imparte una
tertulia en un Colegio Mayor de Madrid, gracias a la gestión de
nuestros compañeros Pepe García-Bravo (derecha) y Vicente Navarro
(año 1976)
Sin perder el hilo del baloncesto, merece la pena destacar que Vicente Navarro jugó en el junior del Estudiantes. Este nivel de baloncesto supuso una mejora exponencial para nuestro compañero, que se hizo sitio en la cuna de muchos 'bases' y muy buenos.

Vicente Navarro, con la camiseta de
Estudiantes, en la cancha Magariños
(1974-1975)

En la Semana Santa de 1975, se jugó un partido amistoso entre Hispania y Maristas en la Caa de la Juventud (Paseo de Alfonso XIII). Vicente Navarro jugó con el Colegio Hispania con el fin de compensar algo el encuentro, ya que Maristas era un equipo más fuerte. Al finalizar el partido, se sumó Vicente Navarro a la foto con Maristas.

 De izquierda a Derecha: Andrés Dolón, Joaquín Juan (Quini),
Francisco Javier Suances (Téte), Pencho Madrid,
Vicente Navarro y Javier Nárdiz

 De espaldas, Pencho Madrid (nº 15), a la derecha y a la espera del balón Vicente
Álvarez Cascos. Saltando, disputando el balón, Vicente Navarro y Andrés Dolón. Andrés
tenía una potencia de salto fuera de lo común, vamos que había que coordinar mucho
el salto para tener alguna opción de tocar el balón
Una 'entrada en bandeja' muy característica de Pencho Madrid. Junto a él
Vicente Navarro sin opción ninguna; en el centro Téte Suances


Pero cualquier excusa hacía saltar la chispa, y se forzaba la cosa para sacar un equipo con el que aprovechar el rastro de baloncesto que habíamos acumulado. Una combinación de circunstancias permitió que Pepe Gadella 'se saliera con la suya' y creó el CB Cartagena. De los nuestros, jugaron en ese equipo: Gaspar Martinez Olmos, Pencho Madrid y Vicente Navarro. La cancha de juego era nada menos que la pista descubierta de Carmelitas (Plaza de España); desde luego, no era el lugar adecuado para escucharse determinadas cosas, paralelas al juego, y más en aquella época... El equipo fue dirigido por Pepe Gadella, pero inmediatamente se encargó de él Pepe Manteca, un entrenador de Madrid que sabía mucho baloncesto. Se recuerda, con cariño, los desplazamientos de los domingos por aquellas carreteras murcianas en el viejo Volvo de Pérez-Milá.

Corría el año 1975 cuando podemos decir que acabó la andadura de este grupo de amigos unidos por el baloncesto. Como es natural, las canchas supieron de nosotros en los años siguientes, en las competiciones universitarias o en equipos que siempre sabían valorar lo que veían delante. En algún caso, es posible que fuera una lástima no haber insistido más en competiciones más exigentes, ¡quien sabe! Algún comentario de perplejidad se escuchó... algo así como ¿Qué hace éste jugando en universitarios?

Si el lector ha pasado un rato entretenido, este blog todavía tiene pendiente de contar cosas del baloncesto de aquella época, y cuál era el juego que desarrollaban los jugadores y el equipo. Vamos a ello.